domingo, 29 de abril de 2012

Donvidas

Donvidas.
  Las primeras evidencias de vida en lo que hoy es su término datan del Calcolítico- Edad del Bronce (2800-1800 a. de C.) y las conforman un conjunto de restos cerámicos en las inmediaciones a la raya con Sinlabajos. Se cita el topónimo por vez primera a mediados del siglo XIII en la relación fiscal del cardenal Gil Torres, donde sorprende la pujanza de una aldea que contribuía con 30 morabetinos a la mesas episcopal y capitular abulenses. Aceptando la ecuación que otorga mayor importancia a la parroquia que más tributos recauda, es interesante señalar que encabezaba el tercio de Madrigal dentro del arcedianato de Arévalo junto a Muriel y Lomoviejo –ambas hoy en Valladolid- y que se encontraba a buena distancia de localidades de su entorno como Palacios de Goda -15 -, Tornadizos de Arévalo -10- o Aldeaseca -8-. Subraya este interés, por su rápido crecimiento, la posibilidad de que ciertos núcleos del norte provincial entre los que se contarían Donvidas, Luzero, Cordoviella o Handaluz fuesen fruto de una segunda oleada repobladora iniciada desde el valle del Guadalquivir por judíos, mozárabes y muladíes a partir de 1147 tras la entrada en la Península de los almohades, al decir de Barrios García.
  Las órdenes monacales poseyeron numerosas propiedades en este término. En el S.XIX, las Montalvas, las Carmelitas y los Franciscanos de Arévalo así como las Religiosas de Madrigal, contaban con tierras o bienes que eran explotados por campesinos de esta aldea que debían rentarles por usufructo.
Por lo general ha mantenido su estructura urbana, conservándose entre su caserío buenos ejemplos de arquitectura tradicional -esquina de la Calle Ancha con Calzada de Zamora- y alguna portada en arco.

Arquitectura popular:


  Donvidas es una población de reducidas dimensiones que no ha sufrido grandes modificaciones de su traza
Se asienta sobre la base de una pequeña loma sobre la que se alza su iglesia. Seguramente se trata de uno de los emplazamientos, entre las localidades de la Tierra de Arévalo, que más sobresalga del paisaje de estepa que caracteriza a la comarca. De su morfología urbana destaca la considerable anchura de sus calles.


Iglesia de San Juan Bautista.
Iglesia de San Juan Bautista
La parroquial de San Juan Bautista se alza sobre un pequeño otero al este de la población, donde unos pocos metros de desnivel son suficientes para convertirla en hito y situarla en magnífico mirador. Rodeada de campos de labor, se accede a ella por el norte, ascendiendo una suave rampa salpicada de plataneros. Está construida en ladrillo y bandas de mampostería encintada y consta de sencilla planta basilical en la que originalmente se sucedían enfiladas iglesia y torre, en disposición similar a la de las parroquiales de San Cristóbal de Trabancos o Espinosa de los Caballeros. De ellas se ha perdido la torre tras su derrumbe en el siglo pasado, siendo sustituida por una espadaña de cuatro vanos cuyo frontón repite el perfil del remate del pórtico.

Restos de una portada en la fachada
Sur y bandas de mampostería encintada.
Espadaña que repite el perfil del
pórtico.
Fachada Oeste con los restos
de lo que fue torre mudéjar
a los pies.
  El elemento que mejor conserva su aspecto original es la cabecera, especialmente al exterior. Recorren el hemiciclo absidal nueve esbeltos arcos de medio punto doblados que arrancan directamente desde el suelo, sin el habitual zócalo de mampostería que protege las primeras hiladas de ladrillo. Con ello se acentúa la verticalidad a costa de la conservación, configurando un modelo singular en la comarca en cuanto a la decoración, pese a que presenta similitudes con Orbita, La Lugareja, Santo Domingo de Arévalo, Pedro Rodríguez, Constanzana, Fuentes de año o Blasconuño de Matacabras, grupo que se ha relacionado con modelos de Toro.
  Ocupan el tramo recto otros tres arcos similares por lado, con el único añadido de estar insertos en una retícula, cuyo larguero coincide en altura con el friso de esquinillas. Sobre ambos un recrecido de época moderna remarca aún más la mencionada verticalidad. 

Arcos del tramo recto insertos en una
retícula.
Remate con un friso de esquinillas
sobre el que está un recrecido
que conserva los mechinales.
Ábside, arcos de medio punto
doblados que arrancan desde
el suelo.

  Al interior fue modificada por completo, mudándose sus correspondientes bóvedas de horno y medio cañón por una cúpula elíptica que aúna el espacio y cuya decoración presenta similitudes con Aldeaseca y con San Martín y la capilla de Manuel de Vera en San Juan de Arévalo. Los diferentes restos de pinturas son fruto de diversas intervenciones que llegan hasta 1864. La nave ha sido objeto de múltiples reformas desde el momento de su construcción en las primeras décadas del siglo XIII. Testigos de ellas son los siete contrafuertes que hoy sin orden lógico se la adosan, sin función, cual muletas que nada sostienen.
Asimismo conserva el perímetro y la portada septentrional, compuesta por tres arquivoltas de ladrillo apuntadas, la intermedia con perfil de nacela, que es el mismo que tendrían los salmeres hasta ser mutilados en alguna de las reformas.

Cúpula de época barroca elíptica.
Fachada Norte en que se ven los
contrafuertes.
Portada original de tres
arquivoltas y con el perfil
en nacela mutilado.

  Teniendo en cuenta su estructura, todo parece indicar que originalmente cerraría la nave una armadura de madera, a la que podría pertenecer el can labrado y con restos de policromía reaprovechado en el acceso al coro. Aquella armadura fue sustituida por unas bóvedas, cuya traza de 1608-09 a cargo de Pedro Gómez desconocemos. De ellas sólo se sabe que en pocas décadas generaron graves problemas de estabilidad por lo que hubieron de ser reforzadas. Se retiraron un siglo después de su construcción. Las sustituyó una bóveda rebajada de medio cañón con lunetos, estructurada en tres tramos y a la que se sumaba la mencionada cúpula oval de la cabecera. En este caso su autor fue Pedro de Arévalo hacia 1730. Probablemente desaparecerían afectadas por el derrumbe de la torre, conservándose únicamente la articulación de los muros y el arco toral. También son de traza barroca la cúpula que cubre la sacristía y el pórtico, construido hacia 1787-89 en sustitución de uno anterior. 


Nave de planta basilical.

La Mingaliana.
  Del mismo modo que se produjeron cambios en arquitectura, el arte mueble se fue  renovando y adaptando al gusto de los sucesivos estilos. La pieza más antigua conservada es una talla gótica del primer tercio del siglo XIV que representa a la Virgen de pie sosteniendo sobre su brazo izquierdo al Niño, que al tiempo bendice y sostiene la bola del mundo. Es conocida como la Mingaliana, en más que probable alusión a su proveniencia del templo de aquel despoblado.
   En el tramo central del muro sur se asienta un retablo de labra plateresca fechado en la inferior de sus tablas centrales en 1557. Consta de predela con relieves de profetas recostados, personajes desnudos y seres híbridos; dos cuerpos, tres calles y remate en frontón con la imagen de Dios Padre. Las pinturas del cuerpo inferior muestran la circuncisión, la Virgen con el Niño frente a un orante que parece ser atacado por un sayón al que detienen otros dos personajes y el nacimiento de la Virgen. En el superior la visitación, la asunción y la anunciación. Ya Gómez Moreno las calificó de “calientes y vigorosas de tono, pero muy incorrectas”; aún permaneciendo anónimo, Parrado relaciona la técnica del autor de su estructura con Pedro de Salamanca. Extrañamente no aparece citado de forma expresa en el inventario de 1619, lo que sí sucederá en posteriores, abriendo la posibilidad de que haya llegado a Donvidas trasladado. Recuérdese como hipótesis –sólo como tal- que la iglesia de El Pozo fue desmontada en la primera mitad del siglo XVII.

Retablo plateresco atribuido a Pedro de Salamanca. En la predela relieves
de los profetas recostados.



Detalle retablo plateresco:

Dios Padre.

La Anunciación.
La Visitación.
La Asunción.

El nacimiento de la Virgen
La Circuncisión.
La Virgen con el Niño.

  El retablo mayor (1648) es obra de Bernabé García, quien también trabajara en los de Martínmuñoz de la Dehesa o el de La Concepción de San Juan de la Encinilla. Consta de una sobria estructura de raigambre clasicista en que sobre el banco se alzan dos cuerpos y ático. Está articulado en tres calles separadas por columnas acanaladas que al tiempo enmarcan las hornacinas rematadas por frontones. Lo pueblan diversas
tallas evidentemente reaprovechadas, sobre las que destacan el Juan Bautista de mano de Juan Arbites (1633) y un crucificado. Fue reparado y dorado en el tercer cuarto del siglo XVIII.

San Juan Bautista.
Crucificado.
Retablo mayor.

  En el primer tramo de la nave se asientan una pareja de retablos barrocos. Dedicados a Cristo de la vera cruz (sur) y nuestra señora del Rosario (norte) fueron trazados al tiempo por Andrés Hernando hacia 1741-43, siendo Juan del Castillo quien los llevara a cabo.
  Igualmente cabe citar el púlpito, de especial gracia por su diseño vegetal a base de curva y contracurva, rematadas por esquemáticas hojas en los extremos cuyo modelo completo se repite en Barromán o Fontiveros. Se asienta sobre un pilarcillo repujado con motivos renacientes. Vino a sustituir a uno anterior de yeso en 1789-91.




Textos: profesor Raimundo Moreno en "Memoria mudéjar de la Moraña"; Jorge Díaz de la Torre en "Un reino de ladrillo y adobe" y "De paneras y casonas".

Más fotos: